En la historia de la humanidad, el trabajo ha garantizado la supervivencia de nuestra especie y ha sido el motor de la evolución social y tecnológica que hoy conocemos.
Pero nuestros antepasados desarrollaban su labor en contacto con la naturaleza: trabajaban la tierra siguiendo el ritmo armónico que marcaban las estaciones y veían crecer los frutos.
En la sociedad moderna, en cambio, la mayoría de personas que vivimos en las ciudades pasamos buena parte de la vida entre computadoras u ordenadores, papeles y prisas.
Y lo hacemos en edificios cerrados y a menudo contaminados en los que no hay mayor contacto con el medio ambiente que el procedente de la luz exterior o de alguna planta que nos alegre la vista.
Centradas en la mente y condicionadas por el modelo jerarquizado de las empresas, por la precariedad laboral o por las susceptibilidades surgidas a veces con compañeros con quienes se convive más que con la propia familia, o bien porque el trabajo no se corresponde quizá con la vocación o con lo que se esperaba de él, muchas personas se levantan a golpe de despertador ya cansadas, atisbando en la agenda el momento mágico del próximo puente o las próximas vacaciones, esos paraísos fugaces que permiten reencontrarse con uno mismo.
¿Qué ocurriría si se pudiera cambiar esa sensación rutinaria y frustrante, y hacer de las horas de trabajo momentos creativos en los que, aparte de ganarse la vida, fuera posible sentirse felices, desarrollar nuestros conocimientos, servir de ayuda a los demás y aprender a ser mejores personas con los recursos que nos han sido dados?.
La rutina y las tensiones pueden minar la mayor de las vocaciones. Con pequeños cambios en el día a día se puede ayudar a mantener o a recuperar la motivación.
La realización en el trabajo
Gibrán Khalil Gibrán, en su precioso libro El Profeta, habla de la importancia de realizar el trabajo con amor para dar un sentido a nuestra vida:
«Trabajar con amor es tejer la tela con hilos extraídos de vuestro corazón, como si el ser amado por vosotros fuera a usar esa tela. Es levantar una morada con cariño, como si el ser más amado por vosotros fuera a vivir en ella. Es sembrar con ternura y cosechar con alegría, como si el ser más amado por vosotros fuera a alimentarse con los frutos. Es infundir en todas las cosas que creáis el aliento de vuestro propio espíritu».
Por pereza que nos dé a veces bajar al mundo, trabajar-como decía este poeta libanés- poniendo el máximo amor en lo que hacemos, las ganas, el entusiasmo, la alegría, quizá sea una de las mejores oportunidades que tengamos para dar lo mejor de nosotros mismos y lograr la paz interior que tanto se anhela.
EL TRABAJO, ADEMÁS, NOS AYUDA A SENTIRNOS ÚTILES Y, PROBABLEMENTE, ¡SIN ÉL NO VALORARÍAMOS EL PLACER DEL DESCANSO!
Seguramente quienes desarrollan una tarea vocacional lo tienen mucho más fácil a la hora de mantener una actitud positiva ante el trabajo, ya que su dedicación, más que en una obligación se convierte en un estímulo que enriquece su vida día tras día.
Es posible que no retengan la misma percepción del trabajo un biólogo molecular o un astrofísico que un funcionario de la Administración o un trabajador de una cadena de montaje, aunque en última instancia el grado de felicidad y satisfacción acaba dependiendo no tanto de lo que se hace como de la actitud que se adopta y lo que nos sucede.
Existen recursos muy sencillos que se pueden aplicar en el día a día para disfrutar más del trabajo, sea cual sea la actividad a la que nos dediquemos. A continuación os sugerimos algunos que pueden ayudar a conseguirlo:
Personalizar el entorno de trabajo
Si se deben pasar largas horas ante el ordenador realizando un trabajo de oficina será importante que el entorno inmediato resulte confortable:
- Hacer limpieza cada cierto tiempo en los cajones y la mesa facilitará separar lo que sirve de lo prescindible y tener el material, los libros y la documentación que necesitemos a mano y en orden.
- Empapar unas gotas de aceite esencial de lavanda en un algodón o en una bolsita llena con flores secas de la misma planta dentro de los cajones aportará un aroma agradable.
- Fijar alguna fotografía o calendario relajante en la pared, un cuadro de una cascada de aguas cristalinas o un paisaje de montaña a rebosar de flores será inspirador y nos llenará de vitalidad, al igual que hacerse con algún dibujo realizado por los hijos, una fotografía de ellos o algún objeto que para nosotros tenga algún simbolismo positivo y aumente nuestra energía cuando posemos en él la mirada.
- Disponer de una taza de té será la excusa perfecta para realizar paradas necesarias de vez en cuando y darse un respiro.
- Si el espacio recibe luz adecuada puede darse una pincelada de vida y color a la mesa con la presencia de alguna planta. Nos obligará a cuidarla y mentalmente nos conectará con la naturaleza.
- Es importante también recordar que la luz natural es preferible a la artificial y que esta última debería ser adecuada, ni demasiado intensa ni demasiado débil.
CON UNA ILUMINACIÓN POCO ADECUADA, TRAS LARGAS HORAS DE EXPOSICIÓN, SE PUEDE ACABAR FORZANDO LA VISTA, LO CUAL PUEDE INCREMENTAR EL ESTRÉS, EL CANSANCIO Y LA IRRITABILIDAD.